Doña Lola, la mujer que esperó toda una vida para ver su casa en pie
En el monte zona rural de Los Juríes, una historia sencilla y profunda emociona a toda la comunidad: a los 86 años, Doña Lola Vivas cumple su sueño de tener una vivienda digna.
En el silencio del monte santiagueño, donde el viento acaricia las copas del algarrobo y el sol cae lento sobre los caminos de tierra, vive Doña Lola Vivas. A sus 86 años, su mirada conserva esa mezcla de dulzura y coraje que solo tienen las personas que lo han esperado todo… y aún así, nunca dejaron de creer.

Su rancho, en el Lote 6 zona rural de Los Juríes, fue durante décadas su refugio y su orgullo. Allí crió cabras y gallinas junto a su hijo Julio Montenegro. Allí enfrentó los inviernos fríos, las lluvias que calaban las paredes de barro y los veranos duros del monte. Cada grieta del rancho era testigo de su paciencia, de su fe y de la esperanza que nunca se apagó.
Pero la historia cambió. Hoy, donde antes solo había tablas y chapas viejas, se levanta una nueva casa. Ladrillo a ladrillo, el sueño de Doña Lola comienza a tomar forma. “No pensé que iba a llegar este día”, dice entre lágrimas, mientras observa cómo el albañil acomoda el techo. Su voz se quiebra, pero su sonrisa ilumina todo el paisaje.
La emoción se contagia. Los vecinos del paraje, el intendente Javier Carbajal y los trabajadores que construyen la vivienda saben que no se trata de una obra más. Es un gesto de reparación y de amor. Un símbolo de lo que puede lograrse cuando la gestión pública tiene rostro humano, cuando el Estado llega hasta los rincones más olvidados.

Gracias al programa de viviendas sociales impulsado por el gobierno y acompañado por el ministro de Desarrollo Social, historias como la de Doña Lola dejan de ser sueños postergados. Son ejemplos vivos de cómo la dignidad puede tener forma de techo, de pared y de hogar.
El día que la visitamos, una tormenta amenazaba el cielo y la tierra parecía respirar hondo. Decidimos no sacar fotos, no hacer ruido. Porque la historia de Doña Lola no necesita luces ni discursos: se cuenta sola, con la verdad de una vida sencilla y la emoción de todo un pueblo que la vio esperar, resistir y, finalmente, sonreír.
Hoy, el monte santiagueño celebra con ella. Por fin, Doña Lola tendrá su casa. Un hogar donde el agua no entra, donde las paredes no tiemblan y donde podrá descansar en paz los años que le regale la vida.
Porque a veces, la felicidad también se construye… ladrillo a ladrillo, con esperanza.





