Pascua de Resurrección: la luz que nos llama a renacer y construir esperanza
En este Domingo de Pascua, la fe cristiana celebra su mensaje más poderoso: la Resurrección. Un acto que trasciende lo religioso y que, con el paso de los siglos, sigue siendo una metáfora viva del renacimiento, de la luz que emerge aún en los momentos más oscuros.
En tiempos marcados por la incertidumbre, la polarización, la violencia o el desánimo cotidiano, la Pascua no se presenta como un simple símbolo litúrgico, sino como una profunda invitación a volver a empezar. No con ingenuidad, sino con el compromiso firme de apostar por la vida, por el otro, por la construcción de un tejido social más humano y fraterno.
El Papa Francisco, en su mensaje de Pascua, nos dejó una reflexión sencilla pero de una potencia desarmante: “¡Hagamos espacio a la luz del Resucitado! Y nos convertiremos en constructores de esperanza para el mundo”. Esa frase nos interpela como individuos, pero también como comunidad. Nos recuerda que no basta con esperar que las cosas cambien desde afuera. La transformación comienza por el corazón, por la voluntad de encender pequeñas luces en medio de tanta sombra.
Y esa luz puede tener formas muy concretas: tender la mano a quien está solo, ser un refugio de escucha cuando todo alrededor grita, trabajar por la justicia desde nuestro lugar, renunciar a la indiferencia, aprender a perdonar. Pascua no es solo una celebración; es una elección que se renueva cada día: vivir como quien cree que lo mejor aún es posible.
En este domingo de resurrección, sería bueno detenernos un momento y preguntarnos: ¿qué necesitamos dejar atrás para renacer? ¿Qué espacios de oscuridad nos habitan y cómo podemos abrirnos, como dice el Papa, a la luz? ¿A qué personas hemos dejado en el camino que quizás hoy necesitan de nuestro gesto, de nuestra palabra o simplemente de nuestra presencia?
Renacer implica coraje. El coraje de mirar hacia adentro, de reconocer nuestras propias sombras, de abrazar lo vulnerable, de creer de nuevo. Y también implica responsabilidad. Porque la esperanza no es un estado de ánimo pasajero, es una decisión que se construye con actos concretos y cotidianos.
Que esta Pascua nos devuelva la certeza de que aún en medio de las pérdidas, del dolor o del cansancio, hay vida que quiere brotar. Que no todo está dicho, que no todo está perdido. Que siempre se puede volver a empezar.
Hoy más que nunca, hagamos espacio a esa luz. Y seamos, como bien dice Francisco, constructores de esperanza para el mundo.
En este Domingo de Pascua, la fe cristiana celebra su mensaje más poderoso: la Resurrección. Un acto que trasciende lo religioso y que, con el paso de los siglos, sigue siendo una metáfora viva del renacimiento, de la luz que emerge aún en los momentos más oscuros.
En tiempos marcados por la incertidumbre, la polarización, la violencia o el desánimo cotidiano, la Pascua no se presenta como un simple símbolo litúrgico, sino como una profunda invitación a volver a empezar. No con ingenuidad, sino con el compromiso firme de apostar por la vida, por el otro, por la construcción de un tejido social más humano y fraterno.
El Papa Francisco, en su mensaje de Pascua, nos dejó una reflexión sencilla pero de una potencia desarmante: “¡Hagamos espacio a la luz del Resucitado! Y nos convertiremos en constructores de esperanza para el mundo”. Esa frase nos interpela como individuos, pero también como comunidad. Nos recuerda que no basta con esperar que las cosas cambien desde afuera. La transformación comienza por el corazón, por la voluntad de encender pequeñas luces en medio de tanta sombra.
Y esa luz puede tener formas muy concretas: tender la mano a quien está solo, ser un refugio de escucha cuando todo alrededor grita, trabajar por la justicia desde nuestro lugar, renunciar a la indiferencia, aprender a perdonar. Pascua no es solo una celebración; es una elección que se renueva cada día: vivir como quien cree que lo mejor aún es posible.
En este domingo de resurrección, sería bueno detenernos un momento y preguntarnos: ¿qué necesitamos dejar atrás para renacer? ¿Qué espacios de oscuridad nos habitan y cómo podemos abrirnos, como dice el Papa, a la luz? ¿A qué personas hemos dejado en el camino que quizás hoy necesitan de nuestro gesto, de nuestra palabra o simplemente de nuestra presencia?
Renacer implica coraje. El coraje de mirar hacia adentro, de reconocer nuestras propias sombras, de abrazar lo vulnerable, de creer de nuevo. Y también implica responsabilidad. Porque la esperanza no es un estado de ánimo pasajero, es una decisión que se construye con actos concretos y cotidianos.
Que esta Pascua nos devuelva la certeza de que aún en medio de las pérdidas, del dolor o del cansancio, hay vida que quiere brotar. Que no todo está dicho, que no todo está perdido. Que siempre se puede volver a empezar.
Hoy más que nunca, hagamos espacio a esa luz. Y seamos, como bien dice Francisco, constructores de esperanza para el mundo.
Creado:
20 abril, 2025