Traición bajo techo: el yerno que robó $140 millones para montar un imperio rival
Añatuya, tierra de tradición y familias fuertes, fue sacudida por una historia que parece salida de una novela de traición y codicia. Sergio Villarreal Miranda, un joven de modales suaves y sonrisa fácil, tejió durante años su telaraña de confianza… hasta que decidió devorar a su presa: nada menos que su propio suegro.
Ayer por la mañana, en una sala del Centro Judicial de Añatuya cargada de tensión y miradas duras, se llevó a cabo una audiencia clave. El joven acusado —acompañado por sus padres y un abogado que apenas podía disfrazar el bochorno— compareció ante la jueza de Control y Garantías, Dra. Ana María González Ruiz. El fiscal Guillermo Farías no escatimó palabras: «Sergio no solo hurtó. Con ese dinero estaba montando un corralón propio en la misma ciudad. Un proyecto paralelo, con dinero ajeno.»
Era la puñalada final: traicionar a quien te abrió la puerta de su casa, del negocio, y del corazón de su hija. Todo por una ambición que creció en silencio, como maleza entre ladrillos.
Según fuentes judiciales, Villarreal Miranda y sus padres permanecerán detenidos al menos otros quince días mientras se profundiza la investigación. El delito, hasta ahora caratulado como hurto calificado, podría mutar a una asociación ilícita: hay sospechas firmes de que los padres del joven estaban no solo al tanto del golpe, sino que también disfrutaron del botín.
Crónica de una traición cuidadosamente amasada
Sergio conoció a Milagros “Mily” López Coronel hace cinco años. Ella, hija única de una próspera familia dueña de uno de los corralones más grandes de Añatuya, se enamoró del joven sin imaginar que su historia de amor terminaría convertida en expediente.
La relación floreció rápido. El suegro, con mirada generosa, le ofreció trabajo en el negocio y, cuando la pareja decidió convivir, les entregó una propiedad familiar en calle Francisco de Aguirre. La confianza se volvió absoluta.
Pero en algún momento, el amor fue desplazado por otra pasión: el dinero. Y Sergio empezó el saqueo lento, casi quirúrgico, de los ahorros que su suegro, en un acto de confianza ciega, había decidido guardar en la casa de su hija.
Era el escenario perfecto: sin cámaras, sin inventarios, sin sospechas. Y Sergio, como un ladrón con paciencia de orfebre, fue haciendo su propio «robo hormiga», hasta que, según los investigadores, el plan se le fue de las manos. Soñaba ya con ser su propio patrón, con un corralón que hiciera sombra al del suegro. Un imperio construido ladrillo a ladrillo, con dinero robado.
El pueblo habla, la Justicia actúa
En Añatuya, donde todos se conocen y la palabra «familia» todavía pesa, la noticia se propagó como reguero de pólvora. Los comerciantes comentan entre dientes, entre rabia y estupor: «Si esto pasa en tu casa, ¿dónde estás seguro?».
El fiscal Farías se prepara ahora para pedir la prisión preventiva por el plazo de ley. “Aún falta recuperar una porción importante del dinero”, admitió ayer tras la audiencia. Se sospecha que parte del botín ya fue invertido en materiales, herramientas y hasta vehículos a nombre de terceros.
Cierre con una ironía amarga
En la comunidad circula un nuevo apodo para el acusado: “el yerno goloso”. No por dulzura, sino por su apetito voraz por el dinero… de otro.
Una historia de amor, negocios y traición que, en Añatuya, tardará mucho tiempo en olvidarse. Porque cuando la codicia se disfraza de yerno ejemplar, el golpe duele más que el monto robado.
Creado:
7 mayo, 2025