Osvaldo Vera: Historia del “crucero” de la zona rural cercana a Añatuya

La cruz es un símbolo de la fe cristiana y simboliza la fe y la esperanza en la resurrección y la vida eterna. Por ello, colocar una cruz sobre la tumba de una persona fallecida representa la esperanza en la resurrección y la vida eterna.

En nuestro interior santiagueño existen costumbres arraigadas que ciertas personas las mantienen vigentes a pesar del paso del tiempo. Uno de ellos es Osvaldo Vera, quien parte de su tiempo se dedica a ser el “Crucero” de numerosos parajes cercanos a Añatuya.

¿Qué es ser el “Crucero” de la zona? “A toda persona que parte de esta tierra me toca hacerle la cruz para su tumba”, explica Osvaldito.

Sobre la tarea del crucero contó: “Antes lo hacía mi padre y luego un tío mío. Ahora me toca a mí. Cuando una persona fallece me llaman por teléfono o me buscan en mi casa para pedirme que les haga la cruz. Pido los datos del difunto y luego las hago en madera de quebracho colorado con una placa en metal talladita. Hice muchas cruces y cada una de ellas tiene una historia distinta porque son conocidos, algunos vecinos y hasta familiares. Cada cruz que hago nombro a Jesús”.

A Osvaldo lo apodaron artísticamente como el “Zorrito del Chamame” por esa otra faceta artística de su vida. Vive en su rancho, al que el mismo llamó la “Cueva” del Zorro. Chamamecero de ley que dedica su tiempo a la cría de sus animales y a su costado de artista de monte que ejecuta la guitarra, el acordeón y otros instrumentos musicales y hasta grabados en madera.

Las cruces son de dos tamaños: de 30 centímetros para adultos y más pequeñas para chicos. “Yo creo que Dios nos pone un don a cada persona. Es como una forma de ayudar a Jesús a cargar la cruz prestando este servicio a la gente”, dice cuando se le pregunta sobre esta especie de profesión de campo. 

Al estar cerca del misterio de la muerte, Osvaldito encuentra otro sentido. “Hacer cruces me hace pensar que debo dar gracias a Dios por cada paso que uno puede hacer. Acostarse, despertar y ver la luz del día es un motivo diario para agradecer. Mi viejo se acostó a descansar y nunca despertó y eso me quedó muy grabado”, contó.

“Yo aprendí esto de mi padre y luego de mi tío Dalma. Ahora quede yo como crucero de la zona”. Este servicio no tiene paga. Osvaldo recibe lo que la gente voluntariamente le da.