BANDERA – HISTORIAS DE AYER Y DE SIEMPRE
La vieja estacion de trenes, simbolo imborrable de tantas historias de nuestra Ciudad
Permanece inalterable al paso del tiempo resguardando miles de historias
¿Notaron que la memoria es caprichosa? Algunas veces nos devuelve recuerdos
recurrentes de un pasado y ni siquiera sabemos por que. Entonces viene ganas de
contarlos, de puro nostalgioso nomás, o para que los mas jóvenes sepan lo que era
nuestro querido Bandera en esa época.
En Bandera, en ese tiempo que transcurre sin darnos cuenta si somos chicos o
adolescentes, solía haber un acontecimiento muy importante: el paso del tren pasajero
por nuestra estación los días viernes a la noche. Pucha,,, era toda una fiesta, estaba casi
el pueblo. Se esperaba con ansiedad el paso del tren, ya sea del norte o del sur. Nosotros
los mas chicos, organizábamos para juntarnos en la esquina del bar de don Juan Pirich,
que se lo distinguía por sus paredes de ladrillos desnudos y su gran cartel de Cinzano
medio herrumbrado el pobre. Hacíamos una barra grande de chicos, Ricardo, Aldo,
Abel, Henry, Juancito Quiros, Guasho Bosque, Geder, Juanillito y muchos mas cuyos
afectos de amigos recuerdo, no así sus nombres.
En la estación, antes desierta, poco a poco se iba poblando de gente y de bullicio,
anticipando la llegada del tren. Primero los empleados, el jefe corría de aquí para allá,
los changarines con esas grandes carretillas triangulares cargando desde cabritos,
gallinas, hasta valijas de cuero de los que viajaban. Luces, ruidos, preparativos, todo era
la antesala del gran acontecimiento. Nosotros ataviados con nuestras mejores ropas,
pantalones de anchas botamangas y camisas floreadas de grandes cuellos, nos habíamos
puesto la colonia OLD SPICE que guardábamos para esos días especiales. Todo era risa
y diversión, La amistad y la camaradería flotaba entre nosotros como una atmosfera
mágica. Se acuerdan de la barra Viento en Contra? Cuanto trabajo solidario hicieron no?
De pronto alguien decía: ya se ve la luz, ya viene…. Y nos acercábamos a las entonces
relucientes vías para estar mas cerca. El tren llegaba despacio, resoplando y pitando, el
vapor que salia de la maquina a veces nos cubría y se detenía con un chillido de hierro
contra hierro. Nosotros caminábamos de una punta a la otra saludando a los viajeros que
saludaban y miraban a la muchedumbre reunida para ver “pasar el tren”, algunos
bajaban mientras la maquina desenganchaba e iba a cargar agua a la bomba (hoy viejo
tanque elevado oxidado). Bromas, saludos y alguna picara jovencita que saludaba
tímidamente a los muchachos que de abajo sacudían la mano. Después vendría la pelea
entre nosotros sobre a quien saludo. Eso era otro tema. El ruido era impresionante,
voces, silbatos, música, gente caminando. Una fiesta. De pronto el sacudon del tren
cuando la maquina volvía a enganchar, presagiaba en final de todo. El silbato y los
faroles verdes de los cambistas le daban paso y lentamente, como quien no quería irse,
el tren arrancaba. Los saludos se hacían mas frecuentes, “chau, buen viaje, que les vaya
bien” eran las frases mas escuchadas y el tren se iba. Quedábamos mirando largo rato la
luz roja del vagón de cola que se perdía después del último paso a nivel y poco a poco la
Estación iba quedando desierta. Familias, parejas, chicos y nosotros mismos volvíamos
contentos. Habíamos visto pasar el tren de los Viernes.
Julio Roberto Antinori
Creado:
13 noviembre, 2019