¿Podrá Diego Santilli asumir el rol clave que exige el Ministerio del Interior?
La reciente designación de Diego Santilli como nuevo ministro del Interior por parte del presidente Javier Milei marca un movimiento político de alto impacto, pero también abre interrogantes sobre su verdadera capacidad para desempeñar un cargo de tanta sensibilidad institucional.
El Ministerio del Interior no es una cartera más dentro del Gabinete nacional: es el puente político por excelencia entre la Casa Rosada y los gobernadores, la instancia donde se negocian fondos, acuerdos fiscales, obras públicas y consensos legislativos. Su titular debe ser, más que un administrador, un articulador político con experiencia federal y capacidad de diálogo transversal.
En este contexto, la llegada del “Colo” Santilli —un dirigente de perfil porteño y bonaerense, con trayectoria principalmente en la Ciudad de Buenos Aires y la provincia homónima— genera dudas sobre su conocimiento real del entramado federal argentino y su vínculo con las provincias más alejadas del centro político y económico del país.
El cargo que ahora asume ha estado históricamente ocupado por figuras con peso político y relaciones construidas durante años con los distintos gobiernos provinciales. Basta recordar que Lisandro Catalán, su antecesor, había tejido vínculos fluidos con mandatarios de todos los signos políticos, siendo interlocutor directo en negociaciones complejas.
Santilli, por su parte, llega a un escenario nacional marcado por tensiones con los gobernadores, muchos de los cuales reclaman mayor previsibilidad en la distribución de recursos y una mirada más equilibrada del Gobierno central hacia las economías regionales. La misión que le asigna Milei —“llevar adelante las conversaciones con gobernadores y legisladores”— es de enorme peso, pero también de alto riesgo político.
¿Podrá el nuevo ministro —con raíces en la política del PRO y escasa experiencia en la gestión federal— ganarse la confianza de mandatarios que representan realidades tan distintas a la del conurbano bonaerense? ¿Tendrá la autonomía necesaria para negociar con provincias que exigen respeto institucional y participación equitativa?
Más allá del entusiasmo inicial del oficialismo, el desafío de Santilli es inmenso. De su habilidad para construir puentes y no profundizar grietas dependerá en buena medida la gobernabilidad que Milei necesita para avanzar con sus reformas.
Por ahora, la designación deja más preguntas que certezas. El tiempo dirá si el nuevo ministro puede transformarse en ese articulador federal que la Argentina necesita o si su nombramiento responde más a un equilibrio político interno que a una verdadera visión de Estado.

 



 
 
 
 
 
 
 
 
 