Don Marilonio y un bautismo de Fe a los 84 años

En la tranquila localidad de Bandera Bajada, una historia de vida que parecía escrita entre las huellas del tiempo cobró un nuevo capítulo de esperanza, fe y emoción.

Marilionio Gutiérrez, un hombre de 84 años, decidió recibir el sacramento del bautismo, un gesto profundo que marcó el cierre de un ciclo y el inicio de una nueva etapa espiritual. El acto tuvo lugar en la Parroquia San Isidro Labrador, un templo que, para él, no solo representa el refugio físico, sino también el lugar donde, finalmente, pudo sellar su vínculo con Dios de manera oficial.

La Vida de Don Marilonio

Marilonio nació el 20 de junio de 1941 en un contexto de país convulsionado, pero desde su infancia, como muchos en su comunidad, vivió con las dificultades propias de la vida rural y de los tiempos de escasez. A pesar de no haber recibido el sacramento del bautismo en su niñez, a lo largo de los años siempre se sintió cerca de Dios. Como él mismo solía decir, había vivido su vida “con el bautismo de socorro”, una práctica común en aquellos tiempos en que, en caso de necesidad, cualquier persona bautizaba a un niño con agua corriente y un par de palabras. Sin embargo, a pesar de estas circunstancias, el deseo de recibir el bautismo de manera formal siempre estuvo presente en su corazón.

Don Marilonio, viudo desde hace dos años tras la partida de su esposa, una mujer que fue su compañera de vida, madre de sus once hijos y pilar fundamental en su familia, nunca dejó de trabajar la tierra ni de ser un hombre de comunidad. Su casa, rodeada de la naturaleza y la tranquilidad del campo, fue el hogar donde crió a ocho hijas y tres hijos. Además, tiene 14 nietos y 6 bisnietos, quienes siempre lo miraron con admiración y respeto.

Un Encuentro Divino

La historia de su bautismo no fue una simple decisión tomada a la ligera. Fue un proceso de reflexión y diálogo, marcado por la intervención de personas cercanas a su vida. Fue durante una visita pastoral del sacerdote Mario Boghetti, párroco de Bandera Bajada, cuando Don Marilonio confesó su anhelo de ser bautizado. En aquella conversación, el hombre de 84 años relató con sencillez y humildad cómo, durante su juventud, no había podido recibir el sacramento de bautismo de forma oficial, pero también explicó cómo su fe nunca se apagó.

El Padre Mario, al escuchar su testimonio, le ofreció una oportunidad única: la posibilidad de vivir el sacramento del bautismo en toda su magnitud, con la liturgia oficial, el agua bendita y la presencia de Dios como guía. Sin embargo, no fue hasta la llegada de otro sacerdote, Sergio Marinelli, proveniente de Italia, y allí Marilonio terminó de dar este paso.

La ceremonia

La mañana del bautismo fue una jornada de emociones contenidas. Familiares, amigos y vecinos de Bandera Bajada se reunieron en la Parroquia San Isidro Labrador, un espacio conocido por su acogedora atmósfera. La ceremonia, presidida por el Padre Mario Boghetti, fue sencilla pero profunda, como corresponde a un acto de tan gran significado.

En la iglesia, rodeado de sus hijos, nietos y bisnietos, Don Marilonio recibió el agua bendita en su cabeza, marcando su renacimiento espiritual. La presencia de sus dos madrinas, Nancy Coria, su nuera, y Aurelia Gutiérrez, su hija, fue un testimonio de la importancia que este sacramento tiene para toda su familia. Ambos roles, tan fundamentales en el ritual, estuvieron llenos de emoción y cariño, mientras el Padre Mario los guiaba con su voz serena y llena de sabiduría.

En un gesto de afecto y respeto, el Padre Mario Boghetti fue elegido como el padrino de Don Marilonio.

Más que un Bautismo

Lo que parecía ser solo un acto religioso se convirtió en un testimonio de vida, un símbolo de renovación espiritual. A sus 84 años, Don Marilonio Gutiérrez no solo estaba recibiendo el bautismo; estaba dando un mensaje claro a su familia y a la comunidad: nunca es tarde para renacer, para reconciliarse con la fe y para encontrar la paz interior.

«Este es un paso importante en mi vida», comentó con voz entrecortada, después de haber sido bautizado. «Nunca imaginé que llegaría este momento, pero lo siento como un regalo, como un abrazo de Dios».

A lo largo de su vida, Don Marilonio ha sido un hombre de fe, aunque no formalmente bautizado. Ahora, a través de este gesto, ha mostrado a su familia y a todos los que lo rodean la importancia de la espiritualidad, sin importar la edad. Su historia es un testimonio de que nunca es tarde para tomar un camino de fe y de que siempre hay espacio para el arrepentimiento, el perdón y el renacimiento.

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