“El día de los Difuntos es para dar gracias a Dios por ellos y por su paso por este mundo”
En su mensaje a todos, el obispo de Añatuya José Luis Corral se refirió a la trascendencia de recordar a los fieles difuntos.
La iglesia católica celebra la fiesta de Todos los Santos el 1 de noviembre, y al día siguiente, 2 de noviembre, reza por los Fieles Difuntos. Dos celebraciones muy populares y muy sentidas por el pueblo creyente, cuya tradición se remonta a los primeros tiempos del cristianismo. Estas dos fiestas expresan contenidos de la fe cristiana y católica: «Creemos en la comunión de los santos» y «Creemos en la resurrección de la carne y en la vida eterna».
El 2 de noviembre es el día de la conmemoración de los Fieles Difuntos. Es día de oración y de recuerdo hacia ellos. Es el día en el que el pueblo fiel visita los cementerios y recuerda y reza por los familiares y amigos difuntos. Apoyados en la Palabra de Dios y en las enseñanzas de la Iglesia, nuestro destino, con y por la gracia de Dios, es el cielo, la vida para siempre. Pero antes debemos atravesar la puerta de la muerte.
La muerte es, sin duda alguna, la realidad más dolorosa y más misteriosa de la condición humana. Sin embargo, desde la fe cristiana, esta realidad se ilumina y se llena de sentido. Dios, al encarnarse en Jesucristo, no sólo asumió la muerte como etapa necesaria de la existencia humana, sino que la transcendió y la venció. La muerte es dolorosa, sí, pero para el cristiano ya no es el final del camino. La muerte es el paso a la vida eterna.
Por ello, el día de los Difuntos es ocasión para reflexionar sobre la vida, para hallar su verdadera sabiduría y sentido que Dios nos ama y salva, y así encaminar nuestros pasos hacia el encuentro pleno con Dios.
El día de los Difuntos es igualmente tiempo para recordar a los difuntos de cada familia, y para dar gracias a Dios por ellos y por su paso por este mundo y pedir su intercesión.
También este día es ocasión para rezar y ofrecer la misa por el alma de todos los difuntos para que purificados y perdonados lleguen a contemplar el rostro del Padre eterno.
