José “el gordito zapatero”, historias de Selva
Quien alguna vez no fue por una zapatilla, botín o zapato descocido, despegado para que el gordito, como todos lo conocen, te salve ese calzado… por eso nos llegamos a su taller para conocer la particular historia de José Leguizamon (66) el último de los artesanos en el arreglo de calzados.
Así fue que me dirigí a ese tallercito que salvó la vida de mis botines, zapatillas y alguna mochila o bolso para charlar con José quien me recibió con su franca sonrisa y comenzamos una rica conversación llena de matices que es difícil a veces volcar en una nota pero que trataré de hacerlo para ustedes queridos lectores.
La historia se remonta a la niñez del zapatero, quien posee una discapacidad en una de sus piernas la cual no fue nunca diagnosticada y quien comenta que “hasta los 2 años no podía caminar; fui llevado a curanderos, muchos, este tiempo la gente creía mucho en ellos y mis padres me llevaban pensando que me iban a curar, recorrimos curanderos de todos lados pero mi condición ya estaba marcada”, aun así comenzó a interesarse por el oficio de un vecino Martín Mendoza que era zapatero y al cual visitaba y veía cuando realizaba sus arreglos.
“Empecé por necesidad a los 24 años, porque falleció mi padre en el año 1981 y esto me gustaba de chico, por ese tiempo vivía en Arrufó y al volver a Selva me dedique a el oficio; pasé por varios lugares con mi tallercito frente de la Marta y de Mandrille frente de Canavesio, pasé por un saloncito en la parroquia hasta que el Dr. Bertolino me construyó el taller que ahora tengo” recordaba José.
“En ese momento compraba en Ceres algunas cositas, clavos, hilos hasta que vino un viajante y puede conseguir más cosas, tengo como primer herramienta un pie que me regaló Mendoza” nos decía, mientras nuestra charla se veía interrumpida varias veces, por los clientes que llegaban a retirar sus arreglos.
“Mi infancia fue jodida, fue complicada, difícil, mis padres trataron de ayudar con mi dificultad, anduvimos por otros lugares casi 20 años con el trabajo de mi padre en el campo hasta volver a Selva; recuerdo que en un momento en un gobierno de Bertolino me quiso llevar a Rosario a una operación, pero le dije que no porque iba a necesitar estar mucho tiempo y requería cuidado pero mis hermanos justo consiguieron trabajo y creí mejor posponer lo mío para que ellos puedan realizar sus actividades que la necesitaban en ese momento” rescataba de sus recuerdos José.
“No fui el primer zapatero en Selva, había dos o tres más pero nunca me falto trabajo siempre me llegó trabajo, es mi sustendo diario, y todo el trabajo es artesanal por ejemplo, las costuras las hago a mano, tengo una máquina pero como mi trabajo es de otro tipo prefiero hacerlo manual” – nos decía – “este trabajo me ayudó a comprar mi movilidad luego de vender triciclomotor que me habían donado, yo me desplazaba tomado de mi pierna pero el médico me dijo que si seguía asi no iba caminar más, asi que ahí me armé de las muletas y luego del tri para más adelante comprarme el cuatri que te decía anteriormente”.
Mientras charlamos, mira sus herramientas y la charla se mezcla con anécdotas y viviencias que fueron muchas.
“Este es mi mundo, yo vivo de esto soy el último zapatero de la familia y me gusta de siempre y mientras pueda seguiré en este oficio que me dio grandes satisfacciones” finalizaba… en realidad no finalizaba porque estuvimos charlando mucho más, pero los dejo con ganas de saber, eso sí cuando visiten Selva pregunten por el Gordito zapatero y lléguense al taller de José que tiene mucho por contar.
Creado:
16 julio, 2021