“Melitón, le metía pata”, el recuerdo de Mons. Corral para el obispo fallecido

Compartimos a continuación la homilía expresada por el obispo de Añatuya José Luis Corral durante la Santa Misa celebrada esta tarde en la Catedral añatuyense sin participación de fieles para pedir por el eterno descanso de monseñor Meliton Chavez.

La obra del Señor está llena de su gloria, el libro del eclesiástico celebra la gloria de Dios en la creación, que es considerada una epifanía de Dios. Dios creador con sabiduría sostiene y dirige el curso de las cosas y del tiempo. El mundo no es fruto del azar, ni de una generación espontánea por la cual se ha hecho a sí mismo, ni por una simple evolución. Nuestras vidas no están regidas por fuerzas ciegas, ni por casualidades, sino que son frutos del amor, del poder y de la sabiduría el Padre Creador. Por eso como cantores de Dios nos unimos el autor del libro sagrado para proclamar el amor infinito de Dios que da la vida y hace vivir todo. Así reconocemos que cada ser y cada persona son una obra de amor salida de las manos del Padre y todo va hacia la plenitud.

En estos días en que nos sentimos consternados por la partida de Monseñor Melitón Chávez, también nos anima la esperanza y la fe que retorna a la casa del Padre, de donde provenimos y a donde volvemos. También es una ocasión para dar gracias a Dios porque Él lo regaló como padre y pastor de esta Diócesis, tuvimos la gracia de caminar juntos un trecho de su mano y bajo su pastoreo, porque con su ministerio episcopal hizo presente a Jesús Cabeza y Pastor de su Iglesia, porque a través de sus palabras y gestos nos llegó la ternura y cercanía de este Padre que busca a sus hijos y abraza a los más desprotegidos y heridos.

Monseñor Melitón por el bautismo se adhirió a Jesucristo y fue invitado a su seguimiento en el ministerio sacerdotal y episcopal; ha participado de su misterio Pascual, también tomó parte de su pasión, bebió de su cáliz, atravesó la puerta de la muerte y ahora el Señor le invita a sentarse a la mesa de su Reino con todos los santos. Jesucristo en su fidelidad cumple lo que prometió, que “allí donde Él está, también estará su servidor”.

Seguramente que nuestro hermano Melitón, como todos nosotros, anheló y pidió contemplar cara a cara al Señor. Como el ciego Bartimeo del Evangelio de hoy, habrá clamado la misericordia y compasión del Señor, como esa jaculatoria que irrumpe desde la profundidad del sufrimiento y de la fragilidad. También habrá experimentado situaciones de oscuridad o ceguera y la necesidad de pedir la gracia de ver; ahora que sus ojos se cerraron para este mundo se abren a la luz y al resplandor de la gloria de Dios, contempla el rostro del Señor, el que se reflejó en tantos rostros a quiénes atendió y sirvió por donde pasó.

El Evangelio narra que le llamaron al ciego diciéndole: “ánimo, levántate, que te llama”. Esa expresión “levántate” se puede entender como “resucita” ya que se trata del mismo verbo. Estamos seguros que también Monseñor Melitón recibió con entusiasmo esta indicación y sabemos que, para ir a Jesús, también como el ciego, tuvo y tenemos que abandonar lo que poseemos, vaciarnos del ego, arrojar el manto para estar frente a frente y dejarnos abrazar en su presencia plena.

Conocimos que Melitón tenía una personalidad decidida, firme y a la vez cercana, que abría caminos y animada a seguirlos, que se entregaba generosamente sin límites a la misión encomendada, como decía otro obispo amigo suyo “Melitón, le metía pata”. Si veía que algo venia de Dios nada lo detenía, a todo le ponía su calidez y su pasión. Lo recordamos con cariño por su sencillez, por su vida evangélica, por su fe testimoniada y por su compromiso con la justicia y la dignidad de los más pobres. Así al concluir su peregrinación entre nosotros podemos unir todos esos trechos de vida recorridos en diferentes comunidades y ahora quedan compendiados en el amor que los sintetiza para transformarlo en ofrenda final.

Hoy en muchas partes del mundo se celebra a Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, agradecemos el don y la vocación del sacerdocio y así como el Señor ha puesto el pan y vino, que es su Cuerpo y su Sangre, en las manos y en la vida de Melitón, hoy pedimos al Buen Pastor que nos ayude a seguir sus pasos, que nos nutra en su mesa y que no permita que nunca nos separemos de Él.

Que el Señor nos restituya la vista para ver el bien en medio nuestro que realizan muchos hermanos y hermanas del camino; que nos abra los ojos para admirar contar y cantar la obra de la creación, espejo de su de amor; que caminemos en su luz hasta que lleguemos a gozar del día sin ocaso donde brilla la luz que no tiene fin.

Hermano, amigo, padre y pastor Melitón, descansa en paz., tus buenas y muchas obras te acompañan y son frutos que buscaron glorificar tu Nombre, que fueron para el bien de los hermanos y de la Santa Iglesia.

Que San José y la Virgen María te reciban en el seno de la Santísima Trinidad para compartir la vida eterna y cantar sus alabanzas. Amén.