“Cristo es un alfarero en mi vida, de a poco fue moldeando mi vida”

Juan Suarez es un seminarista nacido en Quimilí, actualmente cursa el introductorio en el seminario arquidiocesano de Tucumán, donde se prepara para servir a la diócesis de Añatuya. El compartió su testimonio con Sur Santiagueño.

Juan se encuentra junto a otros 6 seminaristas y viven sus primeros meses de formación seminarista desde el 15 de marzo. Con él se encuentran dos catamarqueños, dos tucumanos y dos de la diócesis de Concepción. El mismo día de ingreso se alojaron en el bello seminario de Tacanas e iniciaron una convivencia. “Cristo es un alfarero en mi vida, de a poco fue moldeando mi vida y me fue llamando mediante distintos signos”, contó en primer lugar.

Su descubrimiento vocacional fue tras un proceso de discernimiento iniciado a sus 15 años de edad, cuando empezó a sentir inquietudes por la vida sacerdotal. “Empecé a escuchar la voz de Dios y al principio era como Samuel. Sentía su voz pero no sabía de quien era pero con el tiempo fui discerniendo, con mucha oración preguntándole a Dios que quería para mi vida. Sentía que me llamaba para algo pero no sabía para que”, contó. A su momento de búsqueda y oración le sumo el servicio a través de la catequesis y el grupo misionero parroquial. “Eso me ayudó mucho a aclarar porque he podido ver reflejado a Jesús en los niños y las personas. También descubrí una gran falta de sacerdotes para nuestra diócesis. Todo eso me motivó a decir sí a este camino, sí a esta vida”. Ayudar a chicos de su edad  con problemas de adicciones fue otra de las cosas que lo marcaron y lo empujaron a dar su sí. “Veo la necesidad de formarme para poder ayudar más a otros”, agregó.

“Fue un llamado constante y eso me exigía mucha oración. El Espíritu Santo va actuando de a poco en mi vida. Y por eso sigo en este camino. Decir sí a Dios ha sido un gran paso en mi vida”, contó sobre sus primeros tiempos como seminarista.

Sobre las piedras en el camino contó: “Antes de ingresar al seminario hubo muchas dificultades y actualmente muchas de ellas siguen. Hay tentaciones, pero el luchar día a día es con la fortaleza que me da Dios. La oración me hace estar en constante unión con Él”.

En su caso su familia lo acompaña. “Al principio fue difícil de aceptar, especialmente para mis padres porque no se esperaban esto de entrar al seminario sino una vida de familia, distinta pero jamás que su hijo pudiera ser sacerdote. Al poco tiempo pude hacerles entender que esta vida es la que Dios eligió para mí. Y lo fueron entendiendo y hoy me acompañan en todo. Incluso esto les ha cambiado la vida de ellos. Pero notó que muchos chicos conocidos me miran y soy como un reflejo positivo para sus vidas”, agregó.

“La vida en el seminario es muy linda. Su formación es en cuerpo y alma. Tenemos momentos de oración, encuentro con Dios y mucha unidad con Dios. La oración es clave para nuestra formación”, contó sobre la vida en el seminario.

“Ojalá mi testimonio pueda ayudar a otros chicos a pensar la vida como un medio de servicio y ayuda a otras personas. Que sientan el llamado y se animen a dar todo por Cristo”, dijo al final de su testimonio.  

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