“Águila del Chaco”, un proyecto para evitar la extinción definitiva del Águila Coronada

El águila coronada es un ave nativa del sur de Sudamérica que se encuentra en peligro de extinción. Es una de las aves rapaces más desconocidas y amenazadas de la zona Neotropical.

Su rango de distribución se extiende desde el centro de Argentina, más o menos a la altura de Neuquén y Río Negro, hasta el sur de Brasil, pasando por Paraguay, Bolivia y todo el norte argentino. Hay mucha información sobre ella principalmente sobre su presencia en esa región, pero hay otras zonas donde habita y donde sus costumbres son poco conocidas, atravesando el enorme peligro de extinguirse.
“Se estima que en algo más de 50 años esta águila podría desaparecer y extinguirse por completo y que en toda su área quedan unos mil individuos adultos en libertad”, afirma Diego Gallego García, profesional español, biólogo y becario del Conicet, que mediante un proyecto investiga el águila coronada.

Puntualmente el proyecto “Águila del Chaco” que comprende las provincias de Santa Fe, Santiago del Estero y Chaco es el área geográfica y ambiente muy representativo para la distribución del ave en la que en este tiempo se intensifica la tarea investigativa con tres fases de trabajo muy puntuales.

El águila coronada es un ave rapaz de gran tamaño. Parada puede medir de 80 a 90 cm de alto y cuando extiende las alas llega 1,90 cm. Puede pesar entre cuatro a cuatro kilos y medio. Es fácilmente distinguible por el copete, cresta o corona, que le da nombre, y que consiste en cuatro o cinco plumas que están insertadas en la parte occipital del cráneo, que se le levantan habitualmente dándole este aspecto de corona o copete que le da su nombre.
Otro tipo de características que ayudan a distinguir esta águila son, por ejemplo, el color del plumaje, este varía desde un color dorsal marrón, marrón oscuro, y ventral blanquecino tirando a ocre amarillento, con motas marrones en el estadio juvenil y pichón, hasta un color adulto gris entero, gris cenizo, que le da precisamente el nombre de águila cenicienta por ejemplo en las zonas brasileñas en las que vive.
Realidad

Gallego García trabaja en su investigación “Dispersión natal y selección de hábitat del águila coronada en ambientes semiáridos del centro de Argentina” como parte del Centro para el Estudio y Conservación de las Aves Rapaces de Argentina (CECARA), dependiente de la Universidad Nacional de La Pampa y el Conicet.
“Desde el CECARA se trabaja desde el año 2001 intentando entender lo que pasa con el águila. Lo que sucede es que todo lo que se sabe es de la su zona sur de distribución, es decir de La Pampa y Mendoza. Por eso nos hemos planteado ir a lugares nuevos como Santa Fe y Santiago del Estero a realizar difusión, promoción, divulgación de la historia del águila, lo que sabemos de su estado, de conservación que es crítico. La segunda pata de esto es la investigación, recopilación de datos, de avistamiento, rastreos de nidos para ver dónde están y llegar a capturar pichones antes de que vuelen del nido y ponerle un transmisor satelital para entender sus movimientos y poder inferir diferentes medidas de conservación. La tercera fase es la aplicación de medidas de conservación efectivas y eficaces para contrarrestar su mortalidad y generar un manual de buenas prácticas para los futuros tendidos eléctricos, trabajar con productores para ayudar a entender que el águila no se alimenta de ganado, entre otras acciones que eviten la muerte del águila”, explica el profesional.

García explicó que una característica única de esta águila es que “solamente pone un huevo por año” lo cual restringe mucho sus posibilidades de regeneración de población en caso de que se pierdan. “Al huevo lo incuba la madre durante el 90 % del tiempo y durante un mes y medio aproximadamente. Los nidos se empiezan a armar a la altura de septiembre y como mucho en octubre pone los huevos. Al nacer, el pichón permanece en el nido durante 65 a 70 días en el nido hasta que aprende a volar. Es capaz de volar, pero todavía no tiene la independencia como para cazar, valerse por sí mismo y sobrevivir. Por eso se queda unos 8 meses con sus padres hasta que finaliza su ciclo de casi un año donde es echado por sus padres porque no hay sitio para dos porque tienen que volver a iniciar el ciclo. Cuando ya es independiente demora unos cuatro a cinco años en llegar a la etapa adulta donde se establece y reproduce como individuo adulto”. Según las investigaciones, en esos tres o cuatro años que esta solo enfrenta una mortalidad cercana al 70 %, es decir que 7 de cada 10 juveniles nunca llega a adultos. En esta etapa se concentra la mayor parte de la mortalidad de esta ave que tiene mucho que ver con la acción del ser humano como la perdida de hábitat, la persecución directa, la cacería furtiva con armas de fuego, por conflictos con el ser humano, la electrocución en postes eléctricos, ahogamientos en bebederos de distintos tipos y algunas otras como el envenenamiento.

Algunos mitos vinculan al águila con los seres humanos y su muerte estaba asociada a un conflicto aparente con los productores porque se decía que se comía las gallinas, los chanchos y las chivas. “En 20 años de estudio el grupo CECARA no pudo corroborarse nunca ese tema. El águila no se alimenta de ganado doméstico al contrario de lo que mucha gente decía. Se alimenta de víboras venenosas como yarará, coral, cascabel y otras culebras. Es un gran controlador y consumidor de las poblaciones de víboras funcionando como predador tope en los ecosistemas que habita. Su falta o su inexistencia generaría un desequilibrio ecológico, pero también consume peludos, zorrinos, pichies, quirquinchos, entre otras especies, pero nunca de ganado doméstico”, contó
“Consideramos a Santiago del Estero un área prioritaria para la conservación del águila por la gran cantidad de avistamiento que hasta ahora ha hecho la gente. Venimos precisamente a recopilar esos avistamientos, a pedir ayuda a la gente para que nos ayude a identificar a otros nuevos individuos o en su caso los territorios y así facilitar nuestro trabajo”, acotó.

Fotos: Club Avistadores de Aves de Santiago del Estero/Sergio Quinsio